Los problemas de sobrepeso y obesidad en las personas con discapacidad, sea congénita o adquirida, son temas de los cuales se habla poco, aunque cada vez los veo más en mi consulta. Se trata de una obesidad sumergida.
Algunos familiares me comentan que, si el paciente discapacitado baja de peso, es probable que pueda deambular solo por la calle, con el “peligro” que entraña. Y también el problema para los candidatos a cirugías, debido al aumento de peso en el proceso.
Los pacientes incapacitados en cama o silla de ruedas, casi siempre presentan aumento de peso, porque sufren un desbalance calórico y energético. Su gasto diario baja, al no poder subir escaleras, caminar, bañarse solos, entre otros factores físicos o intelectuales.
Por ejemplo, un estudio de la Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila, de 2022, confirmó la prevalencia de obesidad en el colectivo con discapacidad intelectual, frente a la población general, y una asociación entre la obesidad y el grado de discapacidad intelectual.
La ingesta de alimentos también resulta conflictiva, por la incapacidad de desplazarse o prepararlos. No hay que descuidar el papel de algunos cuidadores, que por comodidad facilitan productos altos en azúcares, grasas y harinas refinadas. Además, el dolor puede limitarles la calidad del sueño. Y, al estar sometidos a terapias y gastos, es probable que la calidad de su canasta familiar no esté acorde con la pirámide nutricional requerida.
Lo principal es que la Organización Mundial de la Salud define la obesidad como una enfermedad crónica, multifactorial, recurrente y sin cura, que trae como consecuencia más de 40 enfermedades, entre ellas trombosis cerebral y cardiovascular, infartos, trastornos de la circulación, insuficiencia renal o digestiva y cáncer.
En los adultos, los rangos de sobrepeso y obesidad se determinan usando el peso y la altura para calcular el Índice de Masa Corporal (IMC), relacionado con la cantidad de grasa en el cuerpo. Un adulto tiene sobrepeso si su IMC está entre 25 y 29,9. De 30 o más, es considerado obeso. En los niños se determina según tablas de crecimiento, como explican los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC).
Los CDC insisten en que la actividad física regular proporciona beneficios importantes para la salud de los discapacitados, incluyendo un mejor estado cardiovascular y muscular, de la salud mental, del equilibrio y de la capacidad para realizar las actividades diarias.